Executive Secretary
IX Simposio Internacional de Psicología y Desarrollo Humano 2025
PSICOLOGÍA 2025
Introducción
La polarización de posturas entre abordajes cualitativos y cuantitativo en la psicología ha permeado también la atención psicoterapéutica lo que conlleva en ocasiones a la exclusión entre los enfoques. También emergen tensiones éticas relevantes relacionadas con el sobrediagnóstico. Ambas problemáticas trascienden lo técnico para volverse asuntos éticos ya que se convierten en descalificación de perspectivas que no responden a ciertos estándares metodológicos dominantes y el riesgo de reducir al consultante a una etiqueta. La psicoterapia, como campo de escucha y transformación, exige una mirada crítica que combine seriedad profesional con apertura epistemológica.
Con el desarrollo de este escrito se pretende analizar las implicaciones éticas de la exclusión entre modelos terapéuticos y del sobrediagnóstico proponiendo una postura integradora basada en el discernimiento crítico, el diálogo interdisciplinar y el respeto a la experiencia subjetiva del consultante.
Desarrollo
Se observa en algunos sectores profesionales una descalificación sistemática de enfoques que tienen como sustento la filosofía existencial, bajo el argumento de escasa evidencia. Es válido exigir criterios de eficacia, pero también lo es reconocer que la psicoterapia trabaja con dimensiones cualitativas, subjetivas e interpersonales que no siempre se capturan con facilidad mediante diseños cuantitativos como la centralidad de la relación terapéutica como espacio ético de autenticidad y empatía (Rogers) o el sentido de la existencia (Frankl) que omitido en un acompañamiento terapéutico corre el riesgo de ser insuficiente. Desde la filosofía, Luis Villoro advierte sobre los peligros del exclusivismo epistemológico que impide el diálogo y empobrece el conocimiento.
Reconocer los aportes de modelos “objetivos” como su sistematicidad, claridad técnica y rigor clínico— no está reñido con abrirse a otras formas de comprensión del malestar psíquico, todo lo contrario, una ética psicoterapéutica madura debe sostenerse en el respeto, la pluralidad teórica y el juicio clínico crítico.
Considerando la anterior| a buscar un equilibrio entre el sobrediagnóstico (asociado con frecuencia a criterios de manuales (DSM-5 o CIE-10) que es útil para la organización clínica) y el no uso de estos elementos valiosos para el trabajo clínico, ya que haciendo una analogía de la frase “Mapa no es territorio”, un diagnóstico no nos dice todo lo que es la persona, pero si es un buena guía para orientarnos en el trabajo de exploración para crear una relación que permita profundizar en la subjetividad de la persona con la que trataremos sin que nos lleve al riesgo de una medicación excesiva, etiquetamiento prematuro y pérdida de la singularidad. Judith Beck y Marsha Linehan han defendido que el enfoque cognitivo-conductual debe adaptarse con flexibilidad a las necesidades reales del paciente, evitando rigideces diagnósticas y priorizando la funcionalidad terapéutica.
Conclusión
La práctica psicoterapéutica contemporánea requiere un equilibrio ético: mantener el rigor sin caer en el reduccionismo, y promover la apertura sin deslizarse en el relativismo. La integración de enfoques, el respeto a la subjetividad y la crítica constructiva entre modelos no son concesiones, sino exigencias de una ética profesional comprometida con la complejidad del ser humano.
The polarization between qualitative and quantitative approaches in psychology has also influenced psychotherapeutic care, sometimes leading to mutual exclusion. Significant ethical tensions arise as well, particularly concerning overdiagnosis. These issues go beyond technical matters and become ethical concerns, as they may lead to the disqualification of perspectives that do not align with dominant methodological standards and the risk of reducing the client to a mere label. Psychotherapy, as a field of listening and transformation, requires a critical approach that combines professional rigor with epistemological openness.
This article aims to analyze the ethical implications of the exclusion between therapeutic models and the phenomenon of overdiagnosis, proposing an integrative perspective grounded in critical discernment, interdisciplinary dialogue, and respect for the client’s subjective experience.
Development
In certain professional settings, approaches rooted in existential philosophy are systematically disqualified under the argument of insufficient empirical evidence. While it is valid to demand efficacy criteria, it is also essential to acknowledge that psychotherapy addresses qualitative, subjective, and interpersonal dimensions that are not easily captured by quantitative designs. Examples include the central role of the therapeutic relationship as an ethical space of authenticity and empathy (Rogers), or the search for meaning in life (Frankl), both of which are vital to therapeutic work and risk being overlooked. From a philosophical standpoint, Luis Villoro warns against the dangers of epistemological exclusivism, which hinders dialogue and impoverishes knowledge.
Recognizing the contributions of “objective” models—such as their systematic approach, technical precision, and clinical rigor—is not incompatible with being open to alternative understandings of psychological distress. On the contrary, a mature psychotherapeutic ethic must be grounded in respect, theoretical pluralism, and critical clinical judgment.
In light of the above, it is essential to seek a balance between overdiagnosis—often linked to the use of diagnostic criteria from manuals such as the DSM-5 or ICD-10, which are useful for clinical organization—and the risk of disregarding these valuable tools altogether. To borrow from the phrase “the map is not the territory,” a diagnosis does not tell us everything about a person, but it can serve as a guide in the exploratory process. It helps us build a relationship that allows us to delve into the client’s subjectivity, without falling into the traps of overmedication, premature labeling, or a loss of their uniqueness. Judith Beck and Marsha Linehan have emphasized that the cognitive-behavioral approach must flexibly adapt to the patient’s real needs, avoiding diagnostic rigidity and prioritizing therapeutic functionality.
Conclusion
Contemporary psychotherapeutic practice demands ethical balance: maintaining rigor without succumbing to reductionism, and promoting openness without lapsing into relativism. The integration of approaches, respect for subjectivity, and constructive critique among models are not optional luxuries, but fundamental requirements of a professional ethic committed to the complexity of the human experience.
Sobre el ponente
Dr. Miguel Angel Tuz Sierra
Discussion